January 1, 2018
|        WORKING PAPER #
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Sean Sweeney y John Treat
Con sus orígenes en el movimiento obrero, el término «transición justa» no solo ha sido defendido por los sindicatos en los últimos años, sino que se ha afianzado firmemente en el discurso político mundial. Pero, ¿qué entienden los sindicatos por «transición justa» y cómo puede lograrse? ¿Cómo se pueden integrar las preocupaciones centradas en los trabajadores en un programa amplio de cambio social que pueda abordar la necesidad de una transformación socioecológica?

A finales de 2015, tras más de una década de tenaz cabildeo contra los negociadores del gobierno, los representantes sindicales encabezados por la Confederación Sindical Internacional (CSI) lograron incluir la frase «transición justa» en el preámbulo del Acuerdo Climático de París negociado en la COP21. El texto afirmaba «los imperativos de una transición justa de la fuerza laboral y de la creación de trabajo decente y empleos de calidad de acuerdo con las prioridades de desarrollo definidas a nivel nacional».

Han pasado más de dos años desde la COP21 y desde todos los rincones de la comunidad progresista mundial han surgido llamamientos a favor de una transición justa. Los llamamientos a favor de una transición justa, que alguna vez fueron una prioridad más o menos exclusiva de los sindicatos, aparecen cada vez más, en diversas formas, en las campañas de las principales organizaciones ambientalistas, las ONG ecologistas y de justicia climática y los movimientos indígenas y campesinos. Sin embargo, de manera desigual, la transición justa ha empezado a figurar en los debates en torno a la política y la política nacionales, y los sindicatos se refieren cada vez más al período actual como la «fase de implementación» de la transición justa.

La necesidad de una política integrada y transformadora

La mayoría de los sindicatos entienden que deben esforzarse por desarrollar una política de transición justa que aborde de alguna manera las preocupaciones inmediatas de los trabajadores y, al mismo tiempo, tenga en cuenta la necesidad de una transición de toda la economía. Una transición que sea «justa» desde la perspectiva de los trabajadores o «la fuerza laboral», pero que no ayude a lograr la transformación socioeconómica necesaria, en última instancia servirá de poco para abordar las apremiantes preocupaciones ecológicas más amplias y relacionadas con el clima. Alternativamente, las políticas destinadas a impulsar una transformación socioeconómica que sean lo suficientemente sólidas como para alcanzar los objetivos climáticos y ambientales, pero que ignoren el impacto en los trabajadores de lugares o industrias específicos, corren el riesgo de no poder garantizar el apoyo de los trabajadores que dicha transformación requiere para tener éxito.

¿"Diálogo social» o «poder social»?

En este undécimo documento de trabajo del TUED, sostenemos que, para lograr de manera efectiva toda esta gama de objetivos, el movimiento sindical internacional debe formular y aplicar colectivamente un enfoque integral e integrado. Hacerlo requiere un examen serio de los orígenes y el estado actual de los debates sobre la transición justa.

Los sindicatos de todos los niveles del movimiento sindical internacional reconocen que es urgentemente necesaria una amplia transformación de nuestra economía y sociedad. Sin embargo, la insistencia en mantener el «diálogo social» en el centro de estas discusiones mantiene los debates sindicales cautivos de la narrativa del establishment empresarial liberal y de una interpretación muy restringida y desmovilizadora de la transición justa. Anclado en las realidades particulares de la Europa de posguerra, el diálogo social se ha elevado de manera efectiva a la categoría de ideología oficial en los últimos años, una ideología que está cada vez más desfasada tanto con los desafíos a los que se enfrentan los trabajadores y sus organizaciones como con las apremiantes demandas de acción planteadas por la crisis climática y ecológica en general.

Este documento aboga por una conversación sindical diferente y más amplia, que pueda abordar las preocupaciones centradas en los trabajadores y, al mismo tiempo, promover una transformación socioeconómica más profunda. A esto lo llamamos el enfoque del «poder social». Este enfoque se guía por la creencia de que no se puede lograr una transición justa sin una reestructuración profunda de la economía política global. Las relaciones de poder y propiedad existentes deben cuestionarse y cambiarse. Se trata, por supuesto, de una tarea extremadamente difícil. Pero si esto no ocurre, la gran mayoría de los trabajadores del mundo nunca verá nada que se parezca vagamente a una transición justa. Al menos podemos empezar por reconocer abiertamente que este debe ser el objetivo a largo plazo de nuestro movimiento, y luego organizarnos en consecuencia.

El documento ofrece ejemplos de todo el mundo que ilustran cómo este nuevo enfoque se está cohesionando con las luchas sindicales cotidianas, así como a nivel de ideas en toda la izquierda política.

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